Le dije que sí

 En la madrugada incorporé el cuerpo para despertar. Sin prometer fechas ni explicar cómo, una voz parecida a la de mi Padre, me dijo que venía por mí. Años antes de este encuentro ensayé argumentos con el propósito de hacer un pacto. A las tres con cinco de un sábado de junio tuve la oportunidad de decirlos. Me iría, expliqué, en algún momento del día, no pedía escoger la hora ni el momento exacto. Con el estómago ahorcado en el destino de quien se sabe muerto, con la voz entrecortada y pasando la poca saliva que aún quedaba, expuse: tengo tareas pendientes por emprender.

Narraciones trazadas como intenciones en el block de notas, cartas a mi amigos proponiendo nuevos proyectos, postales a mis amantes de lugares recordados; respuestas a los compañeros de las preguntas que aún no deseo abordar, likes de los chistes menos oportunos; eso dentro de las acciones ligadas a la escritura. Con respecto a las plantas, alegué lo inoportuno que sería dejar de regarlas en estos días de tempestad, en que una semana llueve 24/7  y a la siguiente  el sol demuestra su impiedad con ondas por encima de los 33 grados. Atribuí a las macetas una necesidad de mi permanencia en este mundo, porque se llenan de musgo y yerba que limita el crecimiento de los árboles de huanacaxtle y flamboyant cultivados el año pasado. Barruntando mi partida, balbuceé la última de las justificaciones para quedarme un rato más: -Todavía no me despido de mis amores-confesé. Exclamé pidiendo -¡descarta esta madrugada  de tu agenda!, vos que has sentido alguna vez la necesidad de decir el último adiós. 

Parecía inútil la entonación y el detalle de los planteamientos. Todavía sin querer ponerme de pie, escudriñé con la mirada  el ventanal, pensando que desde allí me hablaba. Con más ironía que osadía le propuse dejárselo a la probabilidad de un volado la decisión de llevarme. Supuse su sí y aventé una moneda de dos pesos que estaba en el buró. En las penumbras la agarré al vuelo y, antes de destaparla, preconicé mi voluntad de irme con una sentencia -¡pide tú, pa´ que veas que no hay ventaja!- Eligió águila. Perdí la  oportunidad de escribir, cuidar las plantas y despedirme de mis amores en un volado con la muerte, aceptando su mano, me quité los tenis y le dije que sí.

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