Antes de tu partida

 Cree. Hay compañías que vale la pena tenerlas.


Allá donde la Nada espera, en ese sitio desconocido al que estamos convocados desde el nacimiento, no creo poder ver la intensidad de una constelación; tampoco creo que esté La Mar y su inmensidad; dudo de un azul cerúleo en el atardecer de marzo; ¿Será posible en esa estancia apreciar la riqueza explosiva de una carcajada o, aún con todo su dolor, el llanto de un ser querido?

Aunque parezca esto una petición para que os quedes, es más un recordatorio de aquello que dejas. Aquí tu voluntad de partir está incólume.

Antes de tu partida hártate de llorar, para que allá donde vayas  no sigas derramando esas tus lágrimas sin dueño.

Sacia tu hambre con una champeta o un chicharro en la ostionería Mayté y trágate a propósito una espina, te vas a dar cuenta que morir no es tan sencillo y que siempre hay alguien dispuesto a aplicarte la maniobra de Heimlich. 

Ve al faro y sube para una última mirada al Océano. Con el rabillo de tu ojo observa alrededor y seguro hay alguien más despidiéndose del mar. La diferencia es el significado por la vida, Si le cuentas de tu partida, es muy probable despertar en esa persona su ánimo heroico por salvarte.

Antes de tu partida haz una prueba final de tu olfato, hay olores por descubrir; pide una sopa en la cocina económica más cercana, el aroma de un caldo jamás será el mismo en todas las cocinas porque aún no hay acuerdo sobre cuánto es “una pizca de sal” o el gramaje perfecto de un diente de ajo.


Sí, todavía habemos quienes, en el afán de sostener la vida, somos capaces de acompañar o recibir la llamada de un amigo aunque sean las doce de la noche o la media tarde de un viernes.

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