Diálogo con el cuerpo.

 

Si acaso los órganos pudieran hablar.

Habla el pie derecho.

Ayer fue un día difícil, se me ocurrió patear con la fuerza de antaño y el balón no llegó a donde esperaba. Me fue difícil aceptar esta condición de impotencia. Si bien no escuché burlas, creo que la propia imagen del pasado glorioso se me vino de golpe y fue más duro el reclamo -¿por qué no pudiste patear bien?- parecía decirme el recuerdo. Con total impudicia amarraron el tenis dando a entender que éste era el culpable. Solo yo puedo saber la verdad, estoy un poco adolorido porque mi trabajo es contribuir a estar erguido mientras labora el resto del cuerpo. 

¡Si tan solo pudiera descansar un poco, meterme en la arena tibia, chapotear en un río!

 

Se expresa el tobillo.

Recién me enterado que hay un déficit de materia en la parte media de mí. ¿Hasta ahora no había hecho falta ese hueso? ¿Acaso se desgastó más de lo normal? O ¿es que por fin la barriga causó estragos? ¡Me duele!. Percibo su dolor como pequeñas punzadas. No hay horario específico para resentir esto. A veces no quiero participar en sus movimientos del sujeto ¿Será posible lograr la independencia? No estar atado al pie y conectado a la rodilla es mi mejor deseo

 

Dice la rodilla.

Todo parece correcto, la noche pasa tranquila, el problema es en la mañana, al despertar me obligan a hacer flexiones, creo yo, innecesarias. Bajo las escaleras ayudada por los pies y en veces flaqueo, desfallezco. El ente que piensa-por lo menos eso dice-se queja de mí, pero no se da cuenta qué ha dispuesto utilizarme sin calentar, así, en frío. Ahora entiendo al pie.

 

Reclama la barriga

¿Porque yo tendría la culpa? A mí me llegan los alimentos, no los pido (OK a veces reclamo pero, no me dan siempre lo que necesito). Puede deberse a mi capacidad de expansión; ustedes han visto como he crecido, entonces. ¿Es acaso mi pecado el dolor del pie, la queja del tobillo o los lamentos de la rodilla? Todo entra por la boca, habría que preguntarle a ella.

 

La boca quiso espetar algo a su favor, pero su amo recordó las palabras de Rafael Gómez Pérez en el Secreto del silencio: “El callar del ser humano, sin más, es también parte de ese silencio interior”. Remató sólo murmurando para sí un fragmento de Quevedo “no he de callar, por más que silencio amenaces miedo” la boca ese día tenía temor de hablar porque hay veces que es necesario sentirse parte de un todo que deambula para todos lados.

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