La generación número cuatro. primera entrega.

Motivos para volver

 A veces me resisto a escribir, voy encontrando los motivos de a poco y en los momentos oportunos le doy rienda suelta a mis recuerdos; la memoria me asalta con algunos desvaríos, pero intento serle fiel a lo que se me viene  a la cabeza. Hay ratos en que construyo toda una estructura para escribir y se me van las ganas, lo dejo pendiente por desidia, le llaman procrastinar pero me late más llamarle aplazar; es algo que me resisto a creer que me pueda pasar de forma permanente, aunque llevo dos años de ausencia de escritos sobre aquello que me pasa. Hay veces que la vida de quienes escribimos tiene nudos en la garganta y aventurarse a ponerlo en tinta resulta un aliciente esperanzador que ayuda a expiar los demonios que uno se forma.

Hoy tuve una epifanía, una oportunidad para sacudir el tedio, después de la visita de Alejandro y al escucharlo rememorar a Luis Manuel y Juana Mariana, se me reveló sobre qué escribir y para quién hacerlo, lo hago para satisfacer mi ánimo de teclear, para los que me preceden, en homenaje para aquellos que me antecedieron y como reconocimiento a los que viven aún. En estructura de árbol genealógico tomo por primera generación a mis abuelos, mis padres y tíos serían la segunda, primos y hermanos somos parte de la tercera y mis hijos y sobrinos son la generación número cuatro, si bien se deja asomar una quinta generación, ésta aún no se consolida, es probable que lo haga dentro de 10 o 15 años y ya veré si me da la vida para hacer algo con ellos. 

En lo personal la vida es un espiral, cada generación ha tenido sus formas de relacionarse, de hacer la vida y de abrir y cerrar su propia parte del espiral, algunas decisiones los han llevado hacia arriba y en otras tantas han descendido; en verdad que no se qué sea mejor porque hay quienes a pesar de las vicisitudes de la vida, de lo miserable del destino o de lo ensañable  que puede ser  la propia familia, encontraron formas bellas de ser menos miserables y que después de tocar su propio fondo hallaron la forma de ser diferentes a aquello que habían sido y en muchas de las ocasiones pude atestiguar su felicidad.

En este ejercicio se concede a la memoria especial atención, así se muestra de mayor interés lo que recordamos de los hechos pasados, pues su expresión privilegia el sentido que cada uno le otorga a lo vivido. En ocasiones han sido las fotografías las que evocan y en otras los que han partido tuvieron la gracia de permitirnos plasmar su voz o video como fuente inagotable de su presencia y significación del mundo, a cada quien le toca interpretar a su manera. 

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla" (Gabriel García Marquez, 2002)


Los abuelos

Los datos expuestos provienen de las charlas con mis padres, aunque Don Luis era un compa platicador se mostraba más reservado que Juanita cuando hablaba de sus padres, en ese caso una fuente primordial fue su hermana mayor María quien terminó de ampliar la información sobre mis abuelos paternos. Después de la muerte de mi mamá me apoyé en algunos datos con su hermano Gregorio. Advierto que pueden haber imprecisiones que tendré demasiado gusto en enmendar cuando así lo amerite la memoria colectiva. 

No se conocieron entre ellos. Al ser de ciudades distantes para la época y pertenecer a contextos culturales distintos era improbable que mis abuelos hubiesen tenido la oportunidad de cruzarse o intentar buscarse cuando sus hijos decidieron vivir juntos y hacer familia; con el tiempo cada par tuvo la fortuna de conocer a sus consuegros por boca de sus respectivos nuera y yerno, con el detalle de que mi abuelo paterno ya tenía otra esposa cuando aquello sucedió.

Los Morales Méndez

José Inés Morales Gaspar, hijo de Aurelio Morales y Teodosia Gaspar nació el 19 de marzo de 1919  en Santa Inés del Monte del distrito de Zimatlán Oaxaca, por el lado de la sierra de Oaxaca. De oficio labrador, ser trabajador era su mejor carta de presentación, hombre de pocas palabras y con resabido gusto por el aguardiente; murió en julio de 1980 a la usanza de aquellos lares, tendido en su casa.

Agustina Méndez Cruz, hija de Juan Méndez Galván y Paula Cruz Jiménez, originaria de la región de los Valles Centrales del mismo estado, nació el 23 de mayo durante la primavera de 1921, tuvo como herencia de sus padres la casa de la Ciénega Zimatlán, ubicada en la calle Zaragoza esquina con Libertad, acertó quien le puso el nombre a esa brecha porque mi abuela se distinguió por hacer la vida a su modo.  El parte médico indica que el deceso fue en la Ciudad de México el 19 de agosto, treinta años después del verano en que falleció mi abuelo,  después la llevaron a su casa como era su deseo. 

Se casaron bajo el dominio de los Méndez y eso marcó un tanto la relación. José labraba el campo, Agustina se dedicaba a la casa y cuando era necesario iba a pizcar. Criaron siete hijos: Margarita, Andrés, Juana, Francisco, Tereso, Glafira y Gregorio, pudieron ser ocho pero me contaron que hubo un varón que Murió recién nacido. 

Ninguno de mis abuelos maternos fue a la escuela de manera formal y sin embargo él sabía leer y escribir, pero ambos sabían sobre todo defenderse ante las amenazas del analfabetismo. 

Como es algo propio en cualquier familia, permitieron que sus hijos fueran y volvieran, algunos con hijos y otros con esperanzas de ver crecer el patrimonio. Tengo presentes algunos viajes de vacaciones en los que íbamos de Ciudad de México a la Ciénega en tren, pasábamos días de campo en un lugar que me parecía inmenso, fastuoso y lleno de comida rica alrededor de un árbol frondoso que estaba al lado de la cocina. Era otra forma de vivir, una más cercana a la libertad de correr sin rienda ni carros que te atropellaran. Mi madre cuenta que a mi padre la hacía ilusión quedarse a vivir allí. 

A la muerte de mi abuelo José, la abue se hizo cargo del terreno, la cosecha y los animales. Se quedó a vivir con ella mi prima María hasta que un buen día se le fueron acabando las fuerzas y empezó a vivir a ratos con sus hijas e hijos, aunque nunca dejo de volver a su casa en Oaxaca. Le recuerdo muy independiente en la forma de vivir, mimetizándose en la familia y aprendiendo formas de dejar vivir. Quiero pensar que pasó momentos amargos pero eso fue propio de los aprendizajes, jamás la vi rendirse.


Continuará...

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